jueves, 15 de octubre de 2009

La medicina tradicional en los pueblos amazónicos


Desde tiempos inmemorables nuestros pueblos indígenas han hecho uso de la medicina tradicional para curar enfermedades. Para ello, han acudido a las plantas y a los rezos. Esta preocupación por curar las enfermedades que afectan el cuerpo y el espíritu hizo que la selva, como su entorno natural inmediato, se transformara en laboratorios de investigación donde ancianos y médicos tradicionales se han dado a la tarea de buscar cura a tantos males. La medicina indígena, de tradición milenaria, se ha perpetuado de generación en generación debido a la estrecha relación hombre-naturaleza. A cada planta de la selva le han encontrado alguna utilidad medicinal. De las plantas medicinales emplean los bejucos, hojas, tronco, raíces, flores y fruto. Las formas de curación están dadas a través de emplastos, cataplasmas, brebajes, tisanas, vaporizaciones, masajes, soplos, dietas, rezos y amuletos, entre otros.

La medicina indígena no se basa únicamente en la curación del cuerpo como lo hace la medicina occidental sino que busca mantener el equilibrio entre cuerpo, espíritu y naturaleza, como un todo, de una manera más integral. Ante todo, la medicina tradicional es de carácter preventivo. Muchos de los rezos se aplican al recién nacido, a la mujer que ha tenido un parto, a la niña luego de tener la menarquia, etc., todo ello para inmunizar el organismo de la persona y evitar la llegada de las enfermedades.

No pueden estar ausentes los rezos ya que por encima de todo, los dioses son los que rigen las leyes del mundo y pueden ser benefactores del hombre o por el contrario, generar castigos. El valor de la medicina tradicional indígena, establecida como el principio y fin de la vida del hombre, se ha regido a través de premios y castigos de acuerdo al comportamiento humano; con tal fin, dioses buenos y dioses malos se han disputado la conducta humana. Esta ambivalencia hizo surgir también los médicos indígenas buenos y los médicos indígenas malos.

El payé como denominan en la región amazónica al médico tradicional o curandero, es la persona encargada de devolver la salud a los enfermos, prevenir las enfermedades y mantener el equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Según los payé, las enfermedades se producen porque el hombre no ha tenido un buen comportamiento con la naturaleza, ha profanado los sitios sagrados, por envenenamiento, brujería o por accidentes. El payé tiene una amplia preparación para ver más allá del mundo físico y, de esta manera, prevenir y curar enfermedades. Esto lo consigue a través del empleo del yopo y del yagé que son plantas de primera mano. El yagé (banisteriopsis sp.) es un producto natural preparado a base de plantas y es empleado por el payé para ubicarse espiritualmente en un lugar determinado, generalmente en otra dimensión, con el fin de tener una visión más clara sobre la vida de las personas y sobre las enfermedades. Otras plantas empleadas por el médico tradicional de la Amazonía colombiana son el tabaco, la coca, la virola y el capi.

Desafortunadamente, la profesión de médico tradicional indígena está perdiendo vigencia en el contexto amazónico debido al creciente proceso de aculturación del nativo. Se está perdiendo la tradición oral y los ancianos no enseñan a los jóvenes, pues estos últimos se avergüenzan de su condición de indígenas e irrespetan a los adultos. La pérdida de identidad, fruto de la evangelización -que prohibía las prácticas de medicina tradicional-, el contacto con el colono y la presencia de la medicina institucional, han ido en detrimento de la figura del payé y de la medicina tradicional.

Es fundamental, para mantener viva la medicina tradicional y la esencia del payé: la creación de huertas y jardines botánicos en los resguardos indígenas, reafirmar la identidad cultural como forma de manifestación y tradición milenaria, exigir el reconocimiento legal de los saberes de la etnomedicina en las instituciones oficiales, articular el trabajo del médico occidental y el médico tradicional en los hospitales, centros de salud y demás instituciones de atención en salud, exigir la no fumigación de los resguardos y comprometer al Gobierno Nacional para que proteja las patentes de las plantas medicinales y el conocimiento tradicional para el usufructo de las comunidades indígenas.