martes, 21 de diciembre de 2010

Historia del Departamento del Guainía


El devenir histórico del Departamento del Guainía ha tenido sus raíces en el proceso de ocupación de su territorio y en la dinámica poblacional que ha traído como resultado la diversidad étnica y cultural que hoy ostenta esta región. El desarrollo histórico del Guainía estuvo marcado, en un comienzo, por el poblamiento indígena, de carácter trascendental, -caracterizado por las migraciones y desplazamientos de los nativos, sus crisis y adaptaciones al medio, el sincretismo, aculturación y lucha de éstos por defender su identidad frente a la presencia de otros grupos de población-, la llegada de los europeos representantes de las coronas española, portuguesa y holandesa en la época de la conquista, que dominaron los ríos adyacentes a su territorio y, en la época reciente, la presencia de la colonización que se caracterizó por la explotación de los diferentes recursos naturales a través de las distintas bonanzas económicas y la consolidación del Guainía como entidad político-administrativa con la creación del actual departamento y la fundación de Inírida, su capital.

El proceso de poblamiento del área se remonta atrás, unos 5.000 años aproximadamente, cuando del Mato Grosso brasileño emergió la primera oleada migratoria de individuos de la familia Arawack, denominados proto-arawack, con rumbo a las Antillas siguiendo la ruta del río Orinoco. En el primer milenio de nuestra era, grupos hortícolas de esta misma familia se residenciaron en buena parte de Colombia y Venezuela y se dedicaron al cultivo de la yuca amarga, la cacería y la pesca. El pueblo kurripaco se residenció en las proximidades de la Serranía de Naquén, la que fue considerada, desde entonces, un sitio sagrado morada de sus dioses y cuya herencia agrícola se tradujo en la diversificación y difusión de cultivos como la yuca, la piña y el lulo. Los constantes conflictos por territorio, recursos naturales y poder entre los diversos grupos indígenas propiciaron su aislamiento territorial determinado por el curso de los ríos. De esta manera, la familia puinave se asentó en las márgenes del río Inírida, los piapocos, sikuanis y demás grupos en las márgenes de otros ríos como el Guaviare, Atabapo y sus afluentes.

La conquista del Orinoco fue iniciada por la corona española a mediados del siglo XVI, cuando otorgó autorizaciones para ocupar estos territorios en busca de oro y otros metales preciosos. Se destaca la búsqueda incansable de la legendaria Ciudad de Manoa, componente básico de la Leyenda del Dorado. Sin embargo, la presencia española se hizo notoria solo hasta bien avanzado el siglo XVIII, para establecer límites territoriales con los portugueses debido a los continuos problemas en el tráfico de esclavos, a las quejas de los misioneros por el trato inhumano a los nativos y a la incursión en su territorio por parte de las distintas potencias europeas. Estos límites se intentaron demarcar entre 1750 y 1760 cuando se construyeron los fuertes de San Fernando de Atabapo (1758) y San Felipe (1759). Sin embargo, fueron los holandeses y portugueses quienes se insertaron más en territorio guainiano tratando de explotar sus exuberantes recursos entre los siglos XVII y XVIII. Desde comienzos del siglo XVII, los holandeses habían ocupado el bajo Orinoco y establecido el intercambio de mercancías traídas de Europa por productos agrícolas y esclavos con la población indígena. Los españoles emprendieron la ocupación del alto Orinoco por intermedio de los misioneros jesuitas.


El descubrimiento y aprovechamiento del cacao silvestre en el sur del Vichada en el siglo XVIII, produjo interés en los españoles para hacer presencia en la zona y desde ahí penetrar al Guainía. Entre otras actividades económicas se destaca la extracción de la quina que tuvo un auge mundial durante la segunda mitad del siglo XIX, pues de ella se extrae la quinina, un alcaloide útil para contrarrestar el paludismo en las regiones tropicales. Las compañías caucheras también habían comenzado a organizarse con el fin de explotar gomorresinas en la región amazónica. Ya desde comienzos de la década de los 60s del siglo XIX, se había iniciado la explotación del caucho en el Casiquiare, río Negro, en la frontera oriental del Guainía. A comienzos del siglo XX, el territorio del Guainía hacía parte de la Colombia olvidada, esa que todos ignoraban, incluyendo el Gobierno Nacional que poco hacía presencia en esas regiones selváticas, por considerarlas despobladas y de poca importancia para el interés nacional. La despreocupación de los gobiernos de turno desde el advenimiento de la Época Republicana, -y que se prolongó hasta épocas recientes-, trajo como consecuencia la intromisión de los países vecinos en tierras colombianas para explotar los recursos naturales, someter a nuestros coterráneos y modificar la frontera. Las selvas del Guainía entonces pertenecían al reino de los caucheros brasileños, y posteriormente venezolanos, quienes se disputaban este territorio y cometían muchos abusos y crímenes contra los nativos. En la frontera colombo-venezolana Roberto Pulido y Tomás Fúnez, asolaron la región e implantaron el terror, especialmente el último quien masacró centenares de indígenas. La extracción de las gomorresinas comprendió la explotación del caucho -para la fabricación de llantas para automotores de empresas estadounidenses como la Ford-, la balata, el pendare, la siringa y el chicle. Luego de la Segunda Guerra Mundial llegó a la región la Rubber Development Corporation e inició la explotación del chicle.


Con la presencia de Sophia Müller, representante de la organización Misiones Nuevas Tribus, a partir de 1943, comenzó el proceso de evangelización. Esta misionera en cuatro décadas logró confirmar al Guainía, como el departamento evangélico de Colombia por excelencia. Ella aprendió las lenguas de los nativos y les impregnó símbolos escritos para traducir la Biblia en sus respectivos idiomas. El Nuevo Testamento se tradujo en kurripaco, puinave, piapoco, sikuani, cubeo y otras lenguas. A partir de la década de los 60s, empezó a fortalecerse el coloniaje que ya tenía sus raíces en los años 50 cuando, fruto de la violencia partidista, se desarrolló un éxodo masivo de personas de distintos lugares del país para poblar zonas del bajo Guainía, ríos Inírida, Guaviare y caño Guarivén, con el fin de emprender actividades agrícolas y de tipo extractivo. La colonización buscó ampliar la frontera agrícola y motivó al colono a adentrarse más en la selva para escapar de los temores de la guerra y usufructuar los recursos naturales. Sin embargo, la explotación de estos recursos trajo rivalidad y enfrentamiento armado por el control de territorios y disputa del negocio y ganancias de los mismos. Esto se manifestó entre explotadores y comerciantes de la fibra de chiqui-chiqui, a comienzos de los 60, que propició la creación de un grupo de bandoleros disuelto por el ejército y la rebelión de los tigrilleros o canaguaros, a comienzos de los años 70, movimiento insurreccional comandado por Álvaro Linares, por el control de las ganancias que generaba la comercialización de pieles y carne de animales silvestres.


A partir de la década de los 60s cuando se produjo la segregación del territorio del Guainía de la Comisaría Especial del Vaupés, se dio comienzo a la bonanza institucional que atrajo el desplazamiento de empleados del sector oficial para la adecuación de la que sería su actual capital. El corregimiento de San Felipe se constituyó en la primera capital de la Comisaría del Guainía por muy poco tiempo, mientras fue seleccionado el sitio conocido como “Las Brujas” para instalar definitivamente la capital que fue bautizada entonces como Puerto Obando. En el año de 1974 esta ciudad fue elevada a la categoría de municipio mediante el Decreto Nacional 1593 del 5 de agosto y adoptó el nombre actual de Inírida. La bonanza institución fomentó la ocupación y el empleo en la construcción del aeropuerto, sedes administrativas, instituciones de diversa índole y vías de comunicación en la capital del Guainía y atrajo colonos de diferentes regiones del país.


Muchos colonos, en la zona rural, se sumaron a la mano de obra vacante que había dejado el negocio del caucho y, al reorganizarse, refrendaron el desarrollo de otras actividades extractivas como la explotación de la fibra de chiqui-chiqui y el tigrilleo. La explotación de la fibra de chiqui-chiqui,- útil para la fabricación de escobas y artesanías-, desde mediados de siglo había comenzado a tener realce en este territorio cuando se destacaron grandes centros para su comercialización como Amanavén y El Coco. El nefasto negocio del tigrilleo consistió en el exterminio de millares de animales salvajes como tigrillos, jaguares, panteras, caimanes, cachirres e inclusive perros de agua, venados, micos o cualquier animal cuya piel o carne tuviera mercado. Junto con el tigrilleo, se extrajo indiscriminadamente la sarrapia, el aceite de seje, bejucos y maderas y se produjo el exterminio de guacamayas y garzas blancas cuyas plumas lucían en sus vestidos y abanicos las señoras de la Belle Epoque en Europa. La década de los 80s fue definitiva en la economía del Guainía cuando se dio comienzo a las bonanzas extractivas de la coca, peces ornamentales y oro, casi de manera simultánea. Las plantaciones de coca fueron iniciadas por personas procedentes del alto Guaviare donde el cultivo ya se había difundido. Para ello, se incorporaron tierras que ya habían sido usufructuadas por los colonos y extensiones selváticas del río Guaviare, río Inírida, caño Bocón y caño Guarivén. La extracción de peces ornamentales sigue vigente y se desarrolla en los ríos y caños adyacentes a Inírida especialmente en los ríos Inírida, Atabapo y sus afluentes, caño Bocón (parte media y baja), caño Guarivén, caño Cunubén y el río Orinoco por parte de colonos como intermediarios y comerciantes y cuya mano de obra es indígena.


Para materializar la leyenda del dorado guainiano, que desde la época de la conquista se había manifestado en la búsqueda de la legendaria ciudad de Manoa, en las márgenes del Alto Orinoco, se desarrolló el Proyecto Minero del Guainía, en la Serranía de Naquén, donde se puso en evidencia la existencia de una reserva incalculable de oro. El descubrimiento de estos yacimientos de oro motivó la presencia de muchos colonos procedentes del interior del país y también brasileños. La extracción aurífera se trasladó al lecho de los ríos Guainía e Inírida, al comenzar los 90 donde se ha venido explotando el oro de aluvión. En los últimos años, las comunidades indígenas del Guainía se han dedicado también a la explotación, hasta el momento ilegal, de las “arenas negras” o depósitos aluviales de color gris oscuro y negro provenientes de la erosión de las rocas cristalinas del Complejo Migmático de Mitú, en los ríos Guainía e Inírida y afluentes de éstos. La explotación de estas pequeñas partículas aluviales está cifrada en su gran utilidad ya que ellas contienen titanio, asociado con circón y magnetita y, en muchos casos, “coltan”, compuesto de columbita y tantalita, además de otros componentes, útiles en la industria espacial, militar, aeronáutica, microelectrónica, comunicaciones y de la medicina, entre otros.


En materia político-administrativa, este vasto territorio fronterizo hizo parte de los antes denominados Territorios Nacionales, nombre de la inmensa región selvática de la que se tenía conocimiento, pertenecía al país porque colmaba sus fronteras al sureste de Colombia. Desde la Colonia, y hasta comienzos de la República, este territorio formó parte de la Provincia de Popayán. Durante la Gran Colombia (1819-1830), perteneció al Departamento de Boyacá; en la República de la Nueva Granada (1831-1858), al Territorio Nacional de Mocoa y a la Provincia de Pasto; durante la Confederación Granadina (1858-1863), perteneció al Estado Federal del Cauca; en el periodo de los Estados Unidos de Colombia (1863-1886), hizo parte del Territorio Nacional del Caquetá que fue anexado luego al Estado Soberano del Cauca y, posteriormente, en 1886 cuando se creó la Republica de Colombia, continuó siendo parte del Departamento del Cauca. En el año 1910, esta región fue integrada a la Comisaría Especial del Vaupés. En el gobierno del Presidente Guillermo León Valencia a través de la Ley 18 del 13 de julio de 1963, se creó una nueva unidad político-administrativa que fue segregada de la Comisaría del Vaupés. A esta se le dio el nombre de Comisaría Especial del Guainía. El 4 de julio de 1991, la Asamblea Nacional Constituyente, al redactar la nueva Constitución, elevó a la categoría de Departamento, la Comisaría Especial del Guainía junto con otros territorios nacionales que hasta ahora habían conformado 4 intendencias y 5 comisarías.


(Foto: Carlos Puentes M., CAGIPUME)