miércoles, 4 de julio de 2012

Guainía, fauna y pueblos indigenas



Dada su variedad ecosistémica, megadiversidad y pluriculturalidad, la Región Amazónica colombiana es considerada como la mayor reserva biológica y cultural del país y del mundo con un potencial incuantificable de recursos para el futuro si se mantiene una adecuada protección y aprovechamiento de los mismos. Los recursos faunísticos son incalculables razón por la que Colombia ostenta uno de los primeros lugares a nivel mundial en diversidad de especies animales. El Guainía como departamento de Colombia y como parte de la gran Reserva Amazónica mantiene una riqueza fáunica incólume si se tiene en cuenta que junto con los departamentos de Amazonas y Vaupés poseen la mayor concentración de ecosistemas menos intervenidos por agentes humanos. Desafortunadamente, muchas especies animales han sido explotadas en forma irracional por el colono quien evade las leyes y los organismos de protección animal para traficar con ellas, en forma indiscriminada, a pesar de que últimamente los controles sobre la explotación de los recursos naturales y del medio ambiente han aumentado. La megadiversidad faunística está representada en esta región por la presencia de numerosos mamíferos, aves, reptiles, peces, anfibios, invertebrados de toda índole e infinidad de microorganismos. 

Cuando visitamos las comunidades indígenas del Guainía y nos desplazamos por algún sendero selvático, quedamos impresionados al contemplar diversidad de aves de distintos tamaños y colores, reptiles que huyen despavoridos a nuestros pies, primates que se desplazan abrazando los árboles e insectos que intranquilizan nuestro andar acariciando o picando nuestro cuerpo; entonces nuestro recorrido se nutre de toda clase de sonidos, silbidos, cantos y algarabías de ese vasto zoológico henchido de libertad en medio de la oscura selva. En el Guainía se localiza la Reserva Nacional Natural Puinawai donde emergen cantidad de especies animales, vegetales y ecosistémicas. Según la Unidad de Parques Nacionales de Colombia, en la Reserva Puinawai últimamente se han encontrado y clasificado muchas especies de animales, entre ellas 31 especies de peces, de las cuales 16 son de consumo y 15 ornamentales. En esta reserva también se han descrito 90 nuevas especies de aves, 28 de murciélagos y 36 de mamíferos. Esta riqueza faunística ha convalidado el reconocimiento del que es merecedor Colombia, como el segundo país más biodiverso del mundo después de Brasil, pues ostenta el primer lugar mundial en especies de aves y mariposas diurnas, segundo lugar en especies de primates, anfibios y peces de agua dulce y tercer lugar mundial en vertebrados terrestres, entre otros.

Lamentablemente, tanta riqueza fáunica no ha sido valorada como tal, pues ha tenido momentos de sobre explotación y exterminio por parte del colono en su afán de lucrarse de los recursos del Guainía. En este sentido, no es nada placentero recordar la época de los tigrilleros o canaguaros que enlutó la historia del reino animal, en este contexto, durante las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, cuando las selvas guainianas se tornaron en lugares de explotación y exterminio de muchas especies de animales por cientos de hombres que habían quedado vacantes luego de la bonanza del caucho. Millares de animales salvajes como tigrillos, jaguares, panteras, caimanes, babillas, además de perros de agua, venados, lapas, micos o cualquier animal que tuviese beneficio por su carne, piel, poderes curativos y afrodisíacos, como mascotas y como modelos de investigación biomédica, sucumbieron ante este comercio ilegal de explotación para beneficio en el territorio patrio y, sobre todo, en el extranjero. Tampoco se salvaron las aves como el caso de los loros, guacamayas y garzas blancas, especialmente estas últimas, cuyas plumas eran apetecidas para adornar los vestidos y abanicos de las mujeres europeas de la “Belle Époque”.

Apenas dos décadas atrás, la legislación ambiental comenzó a tomar sentido en lo referente a la protección del reino animal en Colombia. Con la creación de la Reserva Nacional Natural Puinawai adscrita al Sistema de Parques Nacionales Naturales y constituida legalmente mediante Resolución 123 del 21 de septiembre de 1989, se dio comienzo a la protección de los recursos naturales y ambientales en un contexto específico, en un área protegida de carácter nacional. Ya el Decreto-Ley 2811 de 1974 o Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente había proporcionado lineamientos normativos para regular el manejo de este tipo de recursos en el país. Posteriormente, la utilización y aprovechamiento de la vida silvestre animal fue amparada a través de la Ley 84 de 1989 por la cual se adoptó el Estatuto Nacional de Protección de los Animales, que promueve el bienestar de los mismos, sanciona el maltrato y desarrolla medidas para la preservación de la fauna silvestre. La Ley 611 de 2000, establece criterios para el manejo sostenible de especies de fauna silvestre y acuática y la Ley 599 de 2000 o Código Penal Colombiano incluye disposiciones relacionadas con los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente. Con el apoyo de instituciones encargadas de realizar el decomiso de especies silvestres amenazadas o en vías de extinción como el Cuerpo Especializado de Policía Ambiental y los Recursos Naturales de la Policía Nacional, el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural “INCODER” y la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico “CDA”, se han venido protegiendo los recursos naturales y ambientales del Departamento del Guainía.

Afortunadamente, algunas especies animales, como los peces, no se ven amenazadas por su continua extracción para consumo y comercialización. La pesca de consumo, con especies de pescado como el bocón, cachama, morocoto, guaracú, bagre, palometa, bocachico, dorado, rayado, valentón, sapuara, pavón, payara, saltón, curvinata y cucha, entre otros, surte la dieta de indígenas y colonos en la ciudad de Inírida y en todo el Departamento. La pesca ornamental es la única actividad que como bonanza económica aún se mantiene en el Guainía. En la actualidad se extraen peces ornamentales en la zona de influencia de la ciudad de Inírida hasta unos 40 kilómetros a su alrededor, en los caños Bocón, Guarivén y Cunuben y en los ríos Inírida, Atabapo y Orinoco. Las principales especies de peces ornamentales que surten los acuarios nacionales e internacionales son: pez hoja, neón, cardenal, gancho rojo, hemiodo, raya, agujón, escalar, juan viejo, anóstomo, corredora, tigrito, pencil, estrigata, cucha mariposa, pampanitas y congolinos, entre otros.

Para los pueblos indígenas del Guainía, y en general amazónicos, los animales no son solo responsables de satisfacer su dieta alimentaria pues su importancia va más allá del plano utilitarista. Para ellos, los animales son componentes de la madre tierra, hermanos del hombre, seres sagrados que hacen parte de su diario vivir y dan sentido al mundo que les rodea. Algunos pueblos indígenas consideran que los animales son como los seres humanos que tienen alma y sentimientos y conforman grupos especiales de población que integran el bosque. Los indígenas sikuani sostienen que los animales se convirtieron en los hombres después de la primera generación; para ellos sus ancestros son los animales-tótem. En general, los nativos manifiestan que los espíritus de la naturaleza, que son también los dueños del monte, del agua (mawari), de las plantas y de los peces, entre otros, también se materializan en animales que pueden intervenir de manera positiva o negativa en las acciones del hombre dependiendo del comportamiento de éste con la naturaleza. Los curripacos denominan a estos espíritus yupinais y los puinaves les identifican como yumg.

Los ancestros indígenas de algunos pueblos amazónicos representaban sus númenes bajo formas animales, razón por la que algunos felinos, reptiles y aves merecían total respeto y devoción por parte de la comunidad que les rendía tributo. El bien y el mal como manifestación de sus dioses han estado representados por animales como el jaguar, la anaconda, la tonina, la serpiente y el águila, entre otros, debido a la fuerza, inteligencia y agilidad con que estos se manifiestan. Entonces, la cosmogonía y tradición indígena ha hecho reconocimiento a estos animales a través de sus mitos y leyendas. El grado de sacralización que han alcanzado los animales se ha evidenciado cuando los shamanes como intermediarios entre dioses, mortales, espíritus de la naturaleza y demás criaturas de la tierra, al incorporar la energía cósmica, pueden ingresar a otras dimensiones y transformarse a menudo en sus rituales en anacondas, jaguares y otros.

Para algunos pueblos indígenas, los distintos grupos humanos proceden de un tronco común relacionado con la Madre de las Aguas. Según estos, en los tiempos iniciales del cosmos, la Gran Anaconda, a manera de enorme canoa, recorría ríos y caños para multiplicarse por donde iba. De repente, una gigantesca ave rapaz capturó a la Gran Anaconda y la dividió en trozos que dieron origen a los distintos pueblos indígenas. La cosmogonía puinave menciona al “pájaro de la muerte” o águila gigantesca que moraba en los cerros del Mavecure y que devoraba a las criaturas humanas que pasaban por allí navegando el río Inírida. Ducjin, prepara el veneno y asesina a esta ave desde la parte baja del cerro y salva a su pueblo. La tonina o Delfín Rosado del Amazonas también alimenta la rica tradición de casi todos los pueblos indígenas del Guainía y de la región amazónica, ya que ellos les atribuyen poderes sobrenaturales, propiedades mágicas y las consideran diosas del agua o mujeres del agua. De hecho algunas culturas las consideran mitad pez y mitad mujer, como las legendarias sirenas. Estas tienen la propiedad de encantar o atraer a las personas al transformarse en mujeres con gran instinto materno, pues solo basta el llanto de un niño para poner en alerta a estos delfines, que acuden de inmediato a salvarlo cuando su canoa zozobra o es arrastrado por el agua. Caso contrario, para otros pueblos, la tonina se transforma por las noches de luna llena en un apuesto varón que llega a las fiestas y bailes para seducir y robarse a las mujeres con la intención de reproducirse. En algunas regiones se cree que los espíritus de las personas ahogadas quedan atrapados en el cuerpo de estos bufeos o que éstos representan los espíritus de las aguas o mawari y también el mal; además que son enemigos de las mujeres que están en embarazo o con el periodo menstrual. 

Como figura representativa de su clan aparece entonces en algunos pueblos indígenas, el tótem o representación simbólica de algunos animales. En las etnias guainianas, los clanes o conjuntos de familias y parientes con su descendencia y su linaje provienen de un ancestro común, generalmente un animal. Los curripaco, por ejemplo, signan sus clanes con animales-tótem como el tigre (yavinai), el pájaro (waliperre), la gallineta (jojoden), el cachicamo (ayanen), el pato (kumadananai), la boa (muliven), pluma de garza (mavetana) y la luciérnaga (tukedakenai), entre otros. Los clanes puinaves están representados por la danta, el ocarro, el caparro, el jaguar, la tonina, la lapa y el cachicamo, entre otros. Los clanes de los sikuani están representados por el perro, el picure, el pescado, la culebra, el caimán, el tigre, la danta y el ocarro.

En la actualidad, la mayoría de animales son un elemento valioso en la dieta alimenticia del indígena, un recurso vital para la medicina, la protección del cuerpo, la buena suerte, la decoración y como mascotas. Los hábitos alimenticios del indígena han variado un poco si se tiene en cuenta que los antepasados consumían reptiles y gusanos como güíos, tembladores (anguilas), rayas, mojojoyes y algunas variedades de ranas. Hoy, la alimentación del nativo gira en torno al consumo de mamíferos, aves y peces, sin que se afecte la vida de las especies, pues el indígena toma del medio únicamente lo necesario. La cacería como actividad de subsistencia del indígena gira en torno a 24 especies de vertebrados, entre ellas, las más comunes: el armadillo, el venado, el paujil, el morrocoy, la pava, el tucán, el güío negro, la danta, el báquiro o cajuche, el picure, el churuco, el oso hormiguero, la guacamaya, el oso palmero, la lapa, el cachirre blanco, el araguato o mono cotudo, el loro, la matamata, el puercoespín, el ave tente, el chigüiro, el chucuto y el pato silvestre, entre otros, además del consumo de algunos insectos como el bachaco (hormiga culona).

Similar a la parte alimentaria, los pueblos indígenas requieren de los animales para la curación, medicina preventiva y la buena suerte, entre otros aspectos. Para curar distintas enfermedades emplean la sangre del araguato (sistema inmunológico), el falo del guache (disfunción sexual), huesos de cachirre (paludismo), caparazón de matamata (diarrea), cerebro del cachirre negro (guayabo o resaca), espinas de puerco espín (gripa). Además se emplea el caracol cocinado, la piedra que tiene en la cabeza la curbinata, las mantecas de cachirre, tortuga, tigrillo y güío y el aceite de mato y temblador. Son empleados para la medicina preventiva como la protección del cuerpo, calmar las tempestades, la buena suerte, hacer el bien o el mal: el diente de tonina, el diente de tigre (tigrillo), la espina dorsal de la rieca, el hueso de la anguila, el nido del pájaro del mundo (nakúa), el colibrí, el hueso de la pata de venado y el huevo del pájaro makurai; para la belleza del cutis se emplea la piel del mojojoy. La inminente relación entre el animal y ser humano se expresa a través de los rezos cuando el payé, brujo, shamán, curandero, medico tradicional o anciano emplea los animales como medios para la cura o para enfermar a las personas. Se destacan entonces los “chaicures” cuando el brujo emplea rezos que llegan a sus víctimas materializados en culebras, tigres y otros animales con la misión de atacar a las personas. 

De esta manera, podemos apreciar como los animales se constituyen en elemento valioso para la vida del hombre en su cotidianidad y, en especial, para los pueblos indígenas quienes los consideran no como un elemento más de la naturaleza, sino como un recurso imprescindible de la madre tierra, generadora de vida, para mantener su equilibrio natural y como seres insustituibles para el ejercicio de sus usos y costumbres y la proyección de su cultura. Como una gran reserva natural, el Departamento del Guainía ostenta infinidad de especies animales que le hacen distinción como escenario de megadiversidad por excelencia de Colombia, razón por la que es necesario valorar, reconocer y proteger estos recursos naturales para beneficio de la humanidad.