sábado, 13 de enero de 2018

Realidad y fantasía en torno al Delfín Rosado del Amazonas


La cuenca del Amazonas, alimentada por la gigantesca biomasa que nutre el denominado “pulmón del mundo”, alberga la mayor biodiversidad vegetal y animal del planeta y es morada de infinidad de culturas autóctonas. Una de las especies animales más representativas de la Amazonía, ligada al acervo cultural de los pueblos indígenas allí residentes, es el delfín rosado también conocido como boto, bufeo, tonina o delfín del Amazonas. Este cetáceo, pariente de los delfines de mar, las marsopas y las ballenas, incluso de la orca, -la ballena asesina-, es un mamífero respetado y querido por unos, pero también, temido y odiado por otros, dado los poderes extra terrenales y propiedades mágicas que le atribuyen los moradores de estas impenetrables selvas.

En términos generales, el delfín es clasificado bajo el orden de los cetáceos odontocetos y se distribuyen en dos grandes grupos: los delfines oceánicos o de agua salada que pertenecen a la familia Delphinidae y los delfines de río o delfines de agua dulce que pertenecen a la familia Platanistoidea. El delfín amazónico hace parte de las 32 especies de delfines que existen en el planeta y de las cinco especies de delfines de agua dulce, siendo éste el más popular por su coloración rosada, gris o marrón con el abdomen blanco. El nombre científico de los delfines rosados del Amazonas es Inia geoffrensis y son considerados como los animales más inteligentes, con una capacidad cerebral similar a la de los seres humanos dadas sus habilidades, inteligencia, forma de convivencia y sentido de orientación para capturar a sus presas bajo el agua, sistema conocido como ecolocalización. Aunque se encuentra en mayor cantidad en la cuenca del Amazonas que se extiende por 8 países suramericanos (Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Guyana y Surinam), también su hábitat es la cuenca del Orinoco y todo el conjunto de afluentes de estos caudalosos ríos.

El delfín rosado del Amazonas es protagonista de infinidad de relatos y testimonios que enriquecen la oralidad y la expresión cultural de los pueblos indígenas amazónicos. Su asimilación a seres sobrenaturales se sustenta en la creencia de que los dioses cosmogónicos se convirtieron en toninas luego de advertir el grado de afinidad de éstas con los seres humanos. Relata la leyenda que al comienzo de los tiempos casi todo estaba cubierto por agua, el cielo estaba nublado y los días y las noches eran tenebrosos; los hombres navegaban en canoas de isla en isla, por ríos correntosos con inmensos raudales y muchos se perdían en la deriva o morían ahogados. Al advertir el tormento que padecían padres y familiares, los niños rogaron a los dioses fuesen convertidos en toninas para ayudarlos en su difícil trasegar, suplica que atendieron las deidades. Desde este momento, los navegantes no se sintieron abandonados a su suerte, pues ya contaban con el apoyo de las toninas que, cuando intentan socorrer a los náufragos, emiten sonidos similares al llanto de un niño. Según los moradores, cuando alguien tiene problemas en el agua y se está ahogando acuden las toninas para salvarlo, empujándolo con su trompa a la orilla, especialmente si son niños. En estas circunstancias, los dioses advirtieron que las toninas eran animales felices pues jugaban, chillaban, nadaban y hacían maromas echando agua, como si fuesen niños y quisieron ser como ellas. Entonces, sin dudarlo, se transformaron en toninas y se llevaron consigo sus poderes al mundo subacuático desde donde siguieron impartiendo premios y castigos a los mortales. 

En su nueva morada, el inframundo acuático, han convivido hasta ahora con las sirenas, duendes, genios, encantos y todo tipo de espíritus del agua y del monte a quienes los indígenas amazónicos han denominado “el mawari”. Para los curripaco, los espíritus del agua y del monte están representados en “los yupinais”, los puinaves los denominan “yumg”, mientras que, para los pueblos indígenas del Perú, estos seres mágicos están comandados por “el yacuruna” o “demonio del agua”, un dios que domina las profundidades de los ríos y de la selva y que se personifica cada vez que emerge. A estos lugares donde moran las toninas y demás seres subacuáticos cada cultura le hay dado diferentes nombres como “Ciudad de los Espíritus”, “Ciudad Sumergida”, Ciudad de “El Encanto” y “Ciudad de Cristal”, entre otros. Los yanoamas, yekuanas, yanomamis, banivas y otros pueblos del Alto Orinoco la denominan “Temendagui”, mientras los curripaco le dan el nombre de “Laguna Enoanja” o “Ciudad de los Yupinais”, ubicada en el caño Arza Marza, afluente del río Guainía, en la República de Colombia. La oralidad nos enseña que, en estos míticos lugares bajo el agua, las criaturas cosmogónicas moran en condiciones similares a la de los humanos en la superficie terrestre, con sus propias viviendas, iluminación y medios de comunicación y de transporte. Desde allí imparten castigos a los cazadores y pescadores que violan las reglas de la naturaleza.

Según la tradición oral, cuando un morador desobedece la orden ancestral de no pescar o cazar en los sitios sagrados, residencia de las toninas y del mawari, inminentemente enferma, le sobreviene todo tipo de desgracias o sufre alucinaciones y encantamientos. Cuando van a enfermar, en la noche siguiente al desacato, el infortunado pescador sueña viajando por el río, rodeado de los espíritus del monte y, el animal que hubo sacrificado revive y cobra venganza dejándole enfermo, mal herido o paralítico. Cuando despierta queda convencido de que estos sueños se conjugan con la realidad pues ha caído en mortal enfermedad y precisa de la inmediata atención de un payé o medico tradicional. Si apenas es fascinado, encantado o embrujado, el morador no puede apartar de su mente a la mujer amada que, sin lugar a dudas, es una tonina trasmutada, que lo seduce continuamente hasta llevarlo a la ciudad encantada para convertirlo en su amante. La creencia de que este bufeo se puede transmutar tanto en hombre como en mujer es generalizada. En el Estado de Apure, en la República Bolivariana de Venezuela, creen que la tonina surgió de una mujer que se transformó como castigo por irse a bañar al río en plena Semana Santa; esto porque las mamas de la tonina son similares a las de la mujer. Aducen los relatos que, en el Alto Orinoco, un hombre salió a pescar en un sitio sagrado y al ingerir su alimento sin calentarlo, comenzó a tener sueños con la persona enamorada a quien no lograba apartar de su mente. Al salir del río, observó que le seguían centenares de toninas que jugaban en torno a su canoa. Al siguiente día se le presentó su novia bien engalanada quien había venido desde muy lejos en una embarcación y luego de la entrega amorosa, ésta se lanzó al Río Negro y desapareció pues era una tonina, hecho que originó el total encantamiento del hombre, quien era el único que podía ver a su enamorada, más no las demás personas que convivían con él. Como consecuencia de ello, el lugareño tenía alucinaciones cuando pasaba cerca de la laguna sagrada donde realizaba sus faenas cotidianas de pesca, veía jugar a las toninas a su alrededor y regresaba luego con su curiara repleta de pescado como nunca antes lo había hecho. Mientras su madre arreglaba el pescado, éste se fue a bañar y fue raptado por el mawari quien lo condujo a “Temendagui”, la ciudad encantada.

Al salir del mundo subacuático, el delfín rosado es atraído por el olor a sangre de mujeres menstruantes que van a bañar al río, a quienes persigue junto con las que están en estado de gravidez para ahogarlas, al considerarlas sus enemigas, o para convertirlas en toninas. Las mujeres con estas condiciones que escapan del asedio de las toninas comienzan a tener sueños con estos animales trasmutados en varones y pueden enfermar. Relatan los indígenas curripaco, que una mujer con el período menstrual fue a bañar al río y como consecuencia experimentó durante varios meses, repetitivos sueños con las toninas con quienes noche tras noche sostenía relaciones sexuales e incluso engendró un hijo en esta dimensión onírica. Los comentarios se sustentan en que, en este lapso, la mujer gemía y experimentaba movimientos y expresiones de satisfacción cada vez que dormía y soñaba. Según la tradición de los pueblos indígenas amazónicos, en las noches de luna llena, el delfín se transmuta en esbelto galán y con dotes de amante insaciable, vestido de blanco y con la cabeza cubierta con un sombrero de paja, se acerca a la orilla para seducir a las mujeres. Bajo el sombrero guarda el orificio en la cabeza por donde respira, además de que carece de ombligo y en algunas ocasiones se le puede apreciar sus pies pequeños y lisos. El atractivo hombre llega a las fiestas, baila a la perfección y fascina por completo a las mujeres quienes no pueden resistirse a sus encantos; entonces, escoge a la más bonita a quien enamora y lleva a la playa para sostener relaciones sexuales. En la posteridad, la mujer no recuerda nada de estos hechos hasta que advierte que está embarazada. Si por casualidad este lujurioso varón no alcanza a cumplir su propósito en el tiempo establecido, en las horas de luna llena, y es sorprendido por el alba del nuevo día, deja de fascinar y muestra un horrible atuendo: un delfín rosado que lleva como calzado dos pirañas, al cinto una serpiente enrollada y como sombrero una raya.

Refiere la tradición popular, que cuando algún caballero elegante porta sombrero debe quitarlo en presencia de los lugareños para demostrar que no es un delfín. A las toninas se les endilga la paternidad de todos los niños que no tienen padre y debido a su poder seductor, algunos hombres intentan matarlas para evitar embaracen a sus mujeres. Se tiene conocimiento de niños registrados en las notarías como hijos del delfín e incluso se afirma que los delfines rosados son los mismos padres que tienen intimidad con sus hijas a quienes les nacen niños albinos. Las indígenas yaguas y ticunas manifiestan que el delfín rosado se aparece como un hombre simpático que enamora a las muchachas más hermosas en las fiestas de “el atuasma” y de “la pelazón” respectivamente, en las que se celebra el rito de iniciación en su paso de niña a mujer. Según los nativos, por las noches emerge un barco fantasma, bien iluminado, del fondo del río Cacao, -afluente del Amazonas-, en cuya cubierta los marineros lucen clásicas vestimentas y se regocijan como en una fiesta para luego sumergirse y desaparecer sin hacer ruido. Hace algún tiempo, allí desapareció una embarcación con todos sus tripulantes y pasajeros, al parecer fue raptada por los delfines rosados. Estos indígenas no dejan ir solas a sus hijas al río por temor a que las toninas puedan engañarlas ofreciéndoles pescados para preparar sus alimentos y posteriormente, en las noches, transformarse en galanes e ir a buscarlas. 

En torno a la existencia de las toninas como especie y a las creencias de las comunidades indígenas subyace una paradoja. Algunas veces los nativos les temen y no se atreven a causarles daño al considerar que en estos bufeos están representados sus dioses y las fuerzas del bien y del mal; en otras, en cambio, ponen en riesgo su vida dadas las creencias de que el cuerpo de estos animales tiene poderes místicos y curativos. Según la UICN, Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, los delfines de río son los cetáceos más vulnerables del mundo y recientemente fue declarada como especie en vías de extinción. Sus mayores enemigos son la deforestación y actividades humanas que contribuyen a perturbar su medio de vida. Las muertes deliberadas al caer por accidente en las mallas de los pescadores o en las propelas de los barcos, el aumento en los niveles de contaminación con mercurio en algunos ríos tributarios por actividades mineras, especialmente auríferas, el envenenamiento de los ríos con tóxicos y barbascos, la pesca intensiva que menoscaba su alimento, la captura directa como carnada para agarrar otros peces y la venta de partes de su cuerpo con fines comerciales atendiendo a concepciones mágico-religiosas, ponen en peligro su vida.

Aseguran los chamanes que el delfín rosado ayuda a curar o dañar a las personas respectivamente, dados los poderes mágicos, medicinales y sexuales otorgados a su cuerpo. Con sus grasas y aceites se combaten problemas respiratorios y pulmonares, además de curar la tuberculosis; los dientes y algunas partes del cuerpo de la hembra se usan como talismanes para la buena suerte en la pesca, la cacería y el amor; en este caso, los dientes y la baba son imprescindibles en la elaboración de pusanas para atraer al ser amado y como atractivo sexual; además, con la cuenca de los ojos se mira y flecha a la persona que se quiere conquistar. Para hacer daño o maleficio se emplean los genitales, los ojos y los dientes. Con estos últimos, los chamanes hacen un preparado con aceite que untan a las personas para que se vuelvan locas inmediatamente. Los huesos se utilizan para casi todo tipo de rituales mágicos.

Sobre el delfín rosado del Amazonas se ha escrito mucho y su existencia material se conjuga con la fantasía y con el vivir cotidiano de los pueblos indígenas Amazónicos. Estas criaturas emergen de las entrañas de los ríos y su expresión mitológica nace de lo más intrincado de la selva donde moran estas comunidades nativas. Tratar de escudriñar la infinidad de misterios, testimonios, secretos y todo tipo de creencias construidos por los indígenas de generación en generación, es muy complejo si se tiene en cuenta que esta jungla, plagada de riqueza natural y cultural, encierra una manigua que encanta, hechiza, embruja y somete a sus designios a todo aquel que intente violar sus leyes.