martes, 21 de diciembre de 2010

Historia del Departamento del Guainía


El devenir histórico del Departamento del Guainía ha tenido sus raíces en el proceso de ocupación de su territorio y en la dinámica poblacional que ha traído como resultado la diversidad étnica y cultural que hoy ostenta esta región. El desarrollo histórico del Guainía estuvo marcado, en un comienzo, por el poblamiento indígena, de carácter trascendental, -caracterizado por las migraciones y desplazamientos de los nativos, sus crisis y adaptaciones al medio, el sincretismo, aculturación y lucha de éstos por defender su identidad frente a la presencia de otros grupos de población-, la llegada de los europeos representantes de las coronas española, portuguesa y holandesa en la época de la conquista, que dominaron los ríos adyacentes a su territorio y, en la época reciente, la presencia de la colonización que se caracterizó por la explotación de los diferentes recursos naturales a través de las distintas bonanzas económicas y la consolidación del Guainía como entidad político-administrativa con la creación del actual departamento y la fundación de Inírida, su capital.

El proceso de poblamiento del área se remonta atrás, unos 5.000 años aproximadamente, cuando del Mato Grosso brasileño emergió la primera oleada migratoria de individuos de la familia Arawack, denominados proto-arawack, con rumbo a las Antillas siguiendo la ruta del río Orinoco. En el primer milenio de nuestra era, grupos hortícolas de esta misma familia se residenciaron en buena parte de Colombia y Venezuela y se dedicaron al cultivo de la yuca amarga, la cacería y la pesca. El pueblo kurripaco se residenció en las proximidades de la Serranía de Naquén, la que fue considerada, desde entonces, un sitio sagrado morada de sus dioses y cuya herencia agrícola se tradujo en la diversificación y difusión de cultivos como la yuca, la piña y el lulo. Los constantes conflictos por territorio, recursos naturales y poder entre los diversos grupos indígenas propiciaron su aislamiento territorial determinado por el curso de los ríos. De esta manera, la familia puinave se asentó en las márgenes del río Inírida, los piapocos, sikuanis y demás grupos en las márgenes de otros ríos como el Guaviare, Atabapo y sus afluentes.

La conquista del Orinoco fue iniciada por la corona española a mediados del siglo XVI, cuando otorgó autorizaciones para ocupar estos territorios en busca de oro y otros metales preciosos. Se destaca la búsqueda incansable de la legendaria Ciudad de Manoa, componente básico de la Leyenda del Dorado. Sin embargo, la presencia española se hizo notoria solo hasta bien avanzado el siglo XVIII, para establecer límites territoriales con los portugueses debido a los continuos problemas en el tráfico de esclavos, a las quejas de los misioneros por el trato inhumano a los nativos y a la incursión en su territorio por parte de las distintas potencias europeas. Estos límites se intentaron demarcar entre 1750 y 1760 cuando se construyeron los fuertes de San Fernando de Atabapo (1758) y San Felipe (1759). Sin embargo, fueron los holandeses y portugueses quienes se insertaron más en territorio guainiano tratando de explotar sus exuberantes recursos entre los siglos XVII y XVIII. Desde comienzos del siglo XVII, los holandeses habían ocupado el bajo Orinoco y establecido el intercambio de mercancías traídas de Europa por productos agrícolas y esclavos con la población indígena. Los españoles emprendieron la ocupación del alto Orinoco por intermedio de los misioneros jesuitas.


El descubrimiento y aprovechamiento del cacao silvestre en el sur del Vichada en el siglo XVIII, produjo interés en los españoles para hacer presencia en la zona y desde ahí penetrar al Guainía. Entre otras actividades económicas se destaca la extracción de la quina que tuvo un auge mundial durante la segunda mitad del siglo XIX, pues de ella se extrae la quinina, un alcaloide útil para contrarrestar el paludismo en las regiones tropicales. Las compañías caucheras también habían comenzado a organizarse con el fin de explotar gomorresinas en la región amazónica. Ya desde comienzos de la década de los 60s del siglo XIX, se había iniciado la explotación del caucho en el Casiquiare, río Negro, en la frontera oriental del Guainía. A comienzos del siglo XX, el territorio del Guainía hacía parte de la Colombia olvidada, esa que todos ignoraban, incluyendo el Gobierno Nacional que poco hacía presencia en esas regiones selváticas, por considerarlas despobladas y de poca importancia para el interés nacional. La despreocupación de los gobiernos de turno desde el advenimiento de la Época Republicana, -y que se prolongó hasta épocas recientes-, trajo como consecuencia la intromisión de los países vecinos en tierras colombianas para explotar los recursos naturales, someter a nuestros coterráneos y modificar la frontera. Las selvas del Guainía entonces pertenecían al reino de los caucheros brasileños, y posteriormente venezolanos, quienes se disputaban este territorio y cometían muchos abusos y crímenes contra los nativos. En la frontera colombo-venezolana Roberto Pulido y Tomás Fúnez, asolaron la región e implantaron el terror, especialmente el último quien masacró centenares de indígenas. La extracción de las gomorresinas comprendió la explotación del caucho -para la fabricación de llantas para automotores de empresas estadounidenses como la Ford-, la balata, el pendare, la siringa y el chicle. Luego de la Segunda Guerra Mundial llegó a la región la Rubber Development Corporation e inició la explotación del chicle.


Con la presencia de Sophia Müller, representante de la organización Misiones Nuevas Tribus, a partir de 1943, comenzó el proceso de evangelización. Esta misionera en cuatro décadas logró confirmar al Guainía, como el departamento evangélico de Colombia por excelencia. Ella aprendió las lenguas de los nativos y les impregnó símbolos escritos para traducir la Biblia en sus respectivos idiomas. El Nuevo Testamento se tradujo en kurripaco, puinave, piapoco, sikuani, cubeo y otras lenguas. A partir de la década de los 60s, empezó a fortalecerse el coloniaje que ya tenía sus raíces en los años 50 cuando, fruto de la violencia partidista, se desarrolló un éxodo masivo de personas de distintos lugares del país para poblar zonas del bajo Guainía, ríos Inírida, Guaviare y caño Guarivén, con el fin de emprender actividades agrícolas y de tipo extractivo. La colonización buscó ampliar la frontera agrícola y motivó al colono a adentrarse más en la selva para escapar de los temores de la guerra y usufructuar los recursos naturales. Sin embargo, la explotación de estos recursos trajo rivalidad y enfrentamiento armado por el control de territorios y disputa del negocio y ganancias de los mismos. Esto se manifestó entre explotadores y comerciantes de la fibra de chiqui-chiqui, a comienzos de los 60, que propició la creación de un grupo de bandoleros disuelto por el ejército y la rebelión de los tigrilleros o canaguaros, a comienzos de los años 70, movimiento insurreccional comandado por Álvaro Linares, por el control de las ganancias que generaba la comercialización de pieles y carne de animales silvestres.


A partir de la década de los 60s cuando se produjo la segregación del territorio del Guainía de la Comisaría Especial del Vaupés, se dio comienzo a la bonanza institucional que atrajo el desplazamiento de empleados del sector oficial para la adecuación de la que sería su actual capital. El corregimiento de San Felipe se constituyó en la primera capital de la Comisaría del Guainía por muy poco tiempo, mientras fue seleccionado el sitio conocido como “Las Brujas” para instalar definitivamente la capital que fue bautizada entonces como Puerto Obando. En el año de 1974 esta ciudad fue elevada a la categoría de municipio mediante el Decreto Nacional 1593 del 5 de agosto y adoptó el nombre actual de Inírida. La bonanza institución fomentó la ocupación y el empleo en la construcción del aeropuerto, sedes administrativas, instituciones de diversa índole y vías de comunicación en la capital del Guainía y atrajo colonos de diferentes regiones del país.


Muchos colonos, en la zona rural, se sumaron a la mano de obra vacante que había dejado el negocio del caucho y, al reorganizarse, refrendaron el desarrollo de otras actividades extractivas como la explotación de la fibra de chiqui-chiqui y el tigrilleo. La explotación de la fibra de chiqui-chiqui,- útil para la fabricación de escobas y artesanías-, desde mediados de siglo había comenzado a tener realce en este territorio cuando se destacaron grandes centros para su comercialización como Amanavén y El Coco. El nefasto negocio del tigrilleo consistió en el exterminio de millares de animales salvajes como tigrillos, jaguares, panteras, caimanes, cachirres e inclusive perros de agua, venados, micos o cualquier animal cuya piel o carne tuviera mercado. Junto con el tigrilleo, se extrajo indiscriminadamente la sarrapia, el aceite de seje, bejucos y maderas y se produjo el exterminio de guacamayas y garzas blancas cuyas plumas lucían en sus vestidos y abanicos las señoras de la Belle Epoque en Europa. La década de los 80s fue definitiva en la economía del Guainía cuando se dio comienzo a las bonanzas extractivas de la coca, peces ornamentales y oro, casi de manera simultánea. Las plantaciones de coca fueron iniciadas por personas procedentes del alto Guaviare donde el cultivo ya se había difundido. Para ello, se incorporaron tierras que ya habían sido usufructuadas por los colonos y extensiones selváticas del río Guaviare, río Inírida, caño Bocón y caño Guarivén. La extracción de peces ornamentales sigue vigente y se desarrolla en los ríos y caños adyacentes a Inírida especialmente en los ríos Inírida, Atabapo y sus afluentes, caño Bocón (parte media y baja), caño Guarivén, caño Cunubén y el río Orinoco por parte de colonos como intermediarios y comerciantes y cuya mano de obra es indígena.


Para materializar la leyenda del dorado guainiano, que desde la época de la conquista se había manifestado en la búsqueda de la legendaria ciudad de Manoa, en las márgenes del Alto Orinoco, se desarrolló el Proyecto Minero del Guainía, en la Serranía de Naquén, donde se puso en evidencia la existencia de una reserva incalculable de oro. El descubrimiento de estos yacimientos de oro motivó la presencia de muchos colonos procedentes del interior del país y también brasileños. La extracción aurífera se trasladó al lecho de los ríos Guainía e Inírida, al comenzar los 90 donde se ha venido explotando el oro de aluvión. En los últimos años, las comunidades indígenas del Guainía se han dedicado también a la explotación, hasta el momento ilegal, de las “arenas negras” o depósitos aluviales de color gris oscuro y negro provenientes de la erosión de las rocas cristalinas del Complejo Migmático de Mitú, en los ríos Guainía e Inírida y afluentes de éstos. La explotación de estas pequeñas partículas aluviales está cifrada en su gran utilidad ya que ellas contienen titanio, asociado con circón y magnetita y, en muchos casos, “coltan”, compuesto de columbita y tantalita, además de otros componentes, útiles en la industria espacial, militar, aeronáutica, microelectrónica, comunicaciones y de la medicina, entre otros.


En materia político-administrativa, este vasto territorio fronterizo hizo parte de los antes denominados Territorios Nacionales, nombre de la inmensa región selvática de la que se tenía conocimiento, pertenecía al país porque colmaba sus fronteras al sureste de Colombia. Desde la Colonia, y hasta comienzos de la República, este territorio formó parte de la Provincia de Popayán. Durante la Gran Colombia (1819-1830), perteneció al Departamento de Boyacá; en la República de la Nueva Granada (1831-1858), al Territorio Nacional de Mocoa y a la Provincia de Pasto; durante la Confederación Granadina (1858-1863), perteneció al Estado Federal del Cauca; en el periodo de los Estados Unidos de Colombia (1863-1886), hizo parte del Territorio Nacional del Caquetá que fue anexado luego al Estado Soberano del Cauca y, posteriormente, en 1886 cuando se creó la Republica de Colombia, continuó siendo parte del Departamento del Cauca. En el año 1910, esta región fue integrada a la Comisaría Especial del Vaupés. En el gobierno del Presidente Guillermo León Valencia a través de la Ley 18 del 13 de julio de 1963, se creó una nueva unidad político-administrativa que fue segregada de la Comisaría del Vaupés. A esta se le dio el nombre de Comisaría Especial del Guainía. El 4 de julio de 1991, la Asamblea Nacional Constituyente, al redactar la nueva Constitución, elevó a la categoría de Departamento, la Comisaría Especial del Guainía junto con otros territorios nacionales que hasta ahora habían conformado 4 intendencias y 5 comisarías.


(Foto: Carlos Puentes M., CAGIPUME)

jueves, 7 de octubre de 2010

Pusana o shundul, la sustancia para enamorar

Entre la infinidad de recursos naturales que nos ofrecen las selvas amazónicas, se encuentra casi un centenar de géneros de plantas y hierbas con las cuales se fabrica la pusana o fórmula especial para conquistar, atraer o enamorar, aunque también existe la pusana que causa los efectos contrarios, es decir, rechazar, separar, dañar, alejar. En la mayoría de los casos, se utiliza la pusana para la conquista del ser amado, especialmente, si este no corresponde a los sentimientos expresados. En los pueblos amazónicos ancestrales, la pusana ha hecho parte de su cultura y tradición milenarias y ha logrado perpetuarse hasta nuestros días. También se emplea esta sustancia para la buena suerte en las labores de caza y pesca, para obtener exitosas cosechas en el conuco o chagra e inclusive para conseguir trabajo, como protección contra las malas influencias, para alejar a los enemigos o para que las mujeres se conserven siempre hermosas.

El nombre común que le dan la mayoría de pueblos indígenas amazónicos es el de pusana; otras culturas suramericanas le denominan shundul. Algunas culturas peruanas le llaman pusanga a un preparado vegetal extraído de las raíces de un árbol de la selva que puede tener efectos alucinógenos y puede constituirse en una poderosa droga al combinarse con otros elementos; cuando algún hombre quiere usar la pusanga, se unta esta fórmula en el cuerpo para entrar en trance; luego de salir de éste, busca a la persona amada para hacerle oler la sustancia y, de esta manera, hacer que de inmediato se enamore de él. En la tradición popular colombiana está presente el quereme o sustancia para el amor extraída del árbol del mismo nombre (cavendishia quereme), cuyo cultivo se ha perpetuado hasta hoy en la población vallecaucana de Queremal. Este legado viene de algunas culturas indígenas de la Región Andina ya extintas que empleaban el aroma de las flores de la planta como perfume para enamorar.

En la actualidad, el conocimiento y empleó de la pusana se ha extendido por todo el “Pulmón del Mundo” y ha desbordado sus fronteras. De esta manera, el éxito en el arte amatorio y en las actividades cotidianas está ligado a la aplicación de plantas como “sígueme los pasos”, “la garrapata”, “vaya y vuelva”, “guacurayo”, “vencedor”, “el anzuelo”, “temblador”, “el tigre”, “el morroco”, “pega-pega”, “la tonina”, “rabo de araguato”, “ven a mí” y “la guacamaya”, entre otras, para que las parejas nunca se separen, si se aleja alguno vuelva pronto, haya fidelidad, desaparezcan los celos enfermizos, como estimulante sexual y para que los enemigos se mantengan inofensivos. Cada uno de los pueblos indígenas posee distintos tipos de pusana dependiendo del fin que quieran alcanzar y su preparación puede variar más no su fin primordial, el relacionado con el arte amatorio. Las sustancias, fórmulas o extractos de las plantas de pusana son preparados por los ancianos conocedores y médicos tradicionales o curanderos, quienes recolectan hojas, flores, cortezas de árboles, pepas, bejucos o raíces para tal fin.

Algunas culturas, al preparado vegetal también le agregan rezos o “soplos”. Otras, emplean también como pusana la baba y el ojo de la tonina o “Delfín Rosado del Amazonas”. En algunos casos, la formula vegetal puede ir acompañada de extractos de animales como el diente de tigre, tonina u otros mamíferos, dependiendo del uso que se le quiera dar, para que ésta pueda tener un verdadero efecto. La aplicación de los rezos es de vital importancia si se tiene en cuenta que estos ayudan a mantener el equilibrio entre cuerpo, espíritu y naturaleza en procura del orden natural refrendado por los dioses cosmogónicos. El mundo de los espíritus está presente en las distintas dimensiones y hacen contacto con los elementales de las plantas y los animales para producir el verdadero efecto en la pusana, si se siguen los principios rectores para tal fin como el ayuno, la abstinencia sexual y la oración por parte del payé en su preparación y la dieta y seriedad de quien la utiliza.

La fórmula vegetal se introduce en bálsamo o perfume que debe llegar a la persona amada por contacto en la piel o a través de inhalación. A la postre, se debe ayunar o ingerir alimentos muy suaves especialmente líquidos evitando el consumo de bebidas frías o demasiado calientes y ají durante algunos días, para que su efecto sea positivo. En poco tiempo la persona amada vendrá a buscarle y se enamorara sin ninguna objeción. De la tonina se extrae el ojo con el cual se mira a la persona amada sin que ella lo perciba para tener benéficos resultados en el romance. Existen distintos tipos de pusana, unas más fuertes que otras, dependiendo la finalidad que se quiera. Se elabora pusana para conseguir mujer definitivamente o para conquistar novia o amante no más. En estos casos, los efectos de la pusana serán para toda la vida o de corta duración como un par de días, una semana, etc., todo lo determina el fin que persiga quien la vaya a aplicar. También existe la “pusana mala” que es aquella que se utiliza para vengarse del amor traicionero o de aquel que jamás fue correspondido. Estas últimas, pueden enfermar a la persona y, en términos coloquiales, “volverla loca”, pues hacen presentar síntomas como exagerado dolor de cabeza, exceso de celos, fascinación total por los atributos internos y externos de la pareja que antes estaban ocultos, mundo poblado con visiones extrañas, desespero y sensaciones de persecución y posesión, si no se le aplica “la contra” o tratamiento respectivo para recuperar su salud.

En el Departamento del Guainía, Colombia, existen dos lugares especiales donde se puede conseguir la pusana. Los kurripacos extraen pusana del Cerro Naquén ubicado en la proximidad a las márgenes del río Guainía. Dicen los conocedores que, para tal fin, deben los médicos tradicionales o ancianos, durante los días previos, practicar el ayuno y la abstinencia sexual para acceder con facilidad al cerro y lograr su propósito. Dadas las difíciles condiciones de acceso a la cima donde está la pusana, los rituales de pureza y los rezos del paye atraen a las aves que custodian el cerro para que en su pico transporten las hojas o ramas de la planta y, de esta manera, sean recolectadas desde abajo en un recipiente. Los puinaves extraen la pusana o “soom del Mavicure” de los cerros ubicados en las márgenes del río Inírida y aledaños a la comunidad indígena de Remanso. Estos cerros son Mavicure, Cerro Mono y Pajarito y forman la triada de oteros, tepuyes o montes islas, símbolos naturales y culturales del Guainía.

Cuenta la leyenda que la Princesa Inírida o Densikoira (Mujer perfumada) llegó a estos cerros escapando de los efectos de la pusana mala. La princesa Inírida, mujer muy hermosa perteneciente a un clan de la etnia puinave, era asediada por un mocetón, el príncipe Yoy, hijo de un famoso cacique que había sometido a su pueblo Coop-Coop a través de las constantes guerras. El joven príncipe del pueblo de Yod-Waru, ante el constante rechazo de la princesa y al no poder encontrar el amor verdadero, optó por aplicarle la pusana mala con fines de venganza. La princesa enfermó, huyó y se escondió en el Cerro Pajarito (jupirrali). En su memoria, de este cerro comenzó a brotar la planta de la pusana, que es utilizada por la mayoría de indígenas de este río.

Para revertir los efectos de la pusana existen contras o remedios naturales muy eficientes que son aplicados por goteo en los ojos del enfermo. Pueden ser preparados vegetales o el líquido de algunos bejucos u hojas extraídas de la selva. Luego de ser aplicada la contra o de perder su efecto la pusana, el afectado(a), sentirá un profundo rechazo por la persona que le causó el mal, pues los encantos físicos otorgados por esta sustancia se verán al contrario, es decir se traducirán en defectos.

Exiguos estudios se han realizado al respecto y escasa literatura existe sobre el tema. Sin embargo, se afirma que las distintas clases de pusana operan de acuerdo al efecto que el sedante o alucinógeno, que puedan contener las plantas, pueda ejercer sobre el sistema nervioso central de la persona. Lo cierto es que, aunque hayan comentarios sobre la efectividad de sus resultados, de que sirva únicamente como placebo para elevar la autoestima del que la aplica o que se haya constituido en un mito su empleo, la pusana hace parte de la cultura de los actuales pueblos indígenas de la Amazonía y aún sigue vigente como fórmula para conseguir las mujeres más hermosas y uniendo parejas momentáneamente o para toda la vida.

Contrario a los efectos de conquista y atracción del ser amado, también existen recetas de pusana provenientes de hojas, plantas, pócimas, brebajes, rezos y otros, para separar las parejas, alejar al ser amado, dominar a los hombres, hacerlos impotentes, volver loca la mujer, etc., todo por los celos o envidias que pueden presentarse en el insondable mundo del romance. Lamentablemente, en la actualidad, la pusana ha pasado a ser negocio de muchas personas que sin el debido conocimiento trafican con ella, engañando a los incautos y atribuyéndole muchos poderes derivados de la magia negra, en contravía a la verdadera pusana que debe ser elaborada por los tradicionales herederos del conocimiento, bajo los rituales respectivos donde espíritus y elementales se conjugan para garantizar su verdadero efecto. Si alguna vez en la vida tiene usted la oportunidad de probar la verdadera pusana, atienda a esta reflexión de los sabios amazónicos: “con la pusana no se juega ni con los sentimientos de las personas porque ella es como el fuego, si no se emplea bien, puede quemar”.

(Foto: Carlos Puentes M.  "CAGIPUME")

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sophia Müller y la evangelizacion en el Guainía

El Guainía es el departamento que ostenta el mayor porcentaje de población evangélica de Colombia. El proceso de adoctrinamiento del indígena tuvo similares características que el emprendido por la corona española a partir del siglo XVI, en el interior del país, a través de las órdenes mendicantes provenientes de Europa. En ambos momentos se violentó la cultura del indígena y hubo sometimiento e imposición de una doctrina religiosa importada que amputó las creencias, rituales, tradiciones y, en fin, la mayor parte del legado cultural del nativo por considerarlo inmoral y demoníaco. La diferencia radicó en que la evangelización en el Guainía comenzó apenas en la década de los 40s del siglo XX, la labor fue realizada por una sola organización y, en su mayoría, por una sola persona, no hubo presencia del imperio español sino del estadounidense, el de turno, y la doctrina impuesta no fue la católica sino la evangélica o protestante.

Fue una valerosa mujer la que se atrevió a llegar a estas difíciles tierras surcadas por selvas, ríos y peligros: Sophia Müller. Ella, de origen alemán, era hija de un pastor protestante que prestaba sus servicios de apostolado en el Sudeste Asiático. Llegó muy joven a los Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial y, al no tener éxito en la parte sentimental, decidió seguir la carrera de su padre y se propuso llevar “ovejas descarriadas” al reino de Dios. Su destino inmediato eran las selvas situadas al oriente colombiano, territorio que le había señalado la organización evangélica Misiones Nuevas Tribus (New Tribes Mission) a la cual se había incorporado. Misiones Nuevas Tribus, como organización protestante, fundada en 1942 por Paul Fleming y con sede en Sanford, Florida, se ha dedicado desde entonces a la evangelización de indígenas de las zonas más remotas del mundo. Tiene actualmente misiones en países como Australia, Bolivia, Brasil, Indonesia, Costa de Marfil, Colombia, México, Mongolia, Panamá, Papúa, Nueva Guinea, Paraguay, Filipinas, Senegal y Tailandia. En Venezuela permaneció hasta su expulsión en 2005. Esta organización mantenía convenio con el Instituto Lingüístico de Verano para la traducción de la Biblia en cada una de las lenguas nativas.

Hizo presencia en el Guainía, la señorita Sophia, en la década de los 40s y como pastor de la Iglesia Evangélica se trazó un único objetivo: convertir a los indígenas al cristianismo en su modalidad evangélica a través del “Sistema de Educación Mülleriano”. Su trabajo misionero comenzó en las comunidades del río Guainía en 1946 con el pueblo kurripaco. Fue entonces, a partir de su llegada, cuando la educación propia, la religión ancestral, la medicina tradicional y otras formas de vida de la mayoría de comunidades indígenas del Guainía, se vieron interrumpidas por su labor que, a la postre, generó una mutación en sus usos, prácticas, costumbres, creencias y tradiciones.

Una de las estrategias que utilizó la misionera para imponer la palabra escrita fue aprender la lengua de los nativos y traducir la Biblia en sus respectivos idiomas. Hasta el momento, solo se comunicaban los ancestros en el lenguaje hablado, es decir, sus lenguas eran ágrafas. La traducción del Nuevo Testamento se hizo en kurripaco, puinave, piapoco, sikuani, cubeo y otras lenguas y, además de enseñar a los nativos a leer y escribir, enseñó la numeración occidental, algunos detalles de la cocina occidental y el uso diario y diferenciado del vestido, entre otros. Su metodología de enseñanza fue muy dinámica pues empleó rondas y juegos y fortaleció la convivencia entre los indígenas. Sin embargo, inculcó pautas de comportamiento rígidas y castigos para quienes no siguiesen su doctrina, a la vez que prohibió las relaciones laborales y comerciales con los colonos, los caucheros y los católicos.

Con sus enseñanzas, Sophia Müller hizo cambiar el estilo de vida de los nativos en materia social, cultural, política y religiosa. A través de la enseñanza del evangelio, la señorita Sophia integró la religión con la vida cotidiana; con su metodología buscaba una persona obediente, moralista, temerosa del infierno, que no ingiriera licor, bailara ni fumara. Las relaciones socio-culturales se fueron trasformando lentamente hasta consolidar toda una gama de costumbres al estilo occidental. Su injerencia en la parte ritual amputó gran parte de las costumbres mágico-religiosas al estilo de la Época de la Colonia colombiana. Ciertamente, en ambos momentos, se consideró el ritual indígena como malsano, orientado a la magia negra, con soporte satánico, animista y alejado de todo orden moral.

En tales circunstancias, los nativos fueron consolidando un sentimiento de vergüenza y repudio por su historia y fueron desapareciendo las festividades como el “dabucurí”, los bailes cosmogónicos y las parrandas con licor, además de los relatos míticos, el uso de sustancias psicotrópicas, la música, los dioses del trueno y del fuego y otros soportes ancestrales. El diablo llevaría al infierno a quienes participaran en estas actividades inmorales incluyendo a los que acudieran a los médicos tradicionales. Gran parte de las costumbres, creencias y tradiciones fenecieron para dar paso a la cristianización. Así, se violentó el libre desarrollo de la personalidad, conciencia y culto. El Movimiento Misionero Nuevas Tribus estuvo presente en el Guainía por más de 4 décadas. Sophia Müller, la “Diosa Blanca”, falleció en 1995.

En resumen, el Sistema de Educación Mülleriano, tuvo notorios cambios en el estilo de vida de los pueblos indígenas del Guainía como:
 Aculturación y subculturación de las comunidades nativas por la adopción de nuevas formas de vida a la manera occidental.
 Adopción de la religión evangélica (protestante) en vez de la religión católica. Conformó escuelas dominicales para la propagación del culto y la alfabetización.
 La recolección de las lenguas nativas en forma escrita y la traducción de la Biblia en varias lenguas nativas como el kurripaco, puinave, piapoco y sikuani, entre otros.
 El nacimiento de la autoridad tradicional en cabeza del capitán.
 La creación de fiestas de índole social, como la Santa Cena, las Conferencias, las Convenciones y el Culto.
 El surgimiento de la autoridad religiosa en cabeza del Pastor Evangélico y demás jerarcas en las comunidades.
 La abolición de toda la tradición indígena basada en sus rituales y ceremonias ancestrales (rito de iniciación, danzas, cantos, música antigua, bastón de ritmo, yapurutu, etc.).
 El patrón de asentamiento de la antigua maloca fue reemplazado por casas unifamiliares; sin embargo, el comedor comunal restableció los espacios sociales de la maloca.

(Foto: Carlos Puentes M., CAGIPUME)